El proceso creativo de la construcción de una marca es una experiencia apasionante.

Empiezas conociendo sus objetivos y su público para crear unos valores que le permitan diferenciarse de las demás, consiguiendo hacerla única.

Para su nacimiento, el primer paso es buscar un nombre que la identifique y diseñar
el logotipo que definirá su manera de presentarse ante los demás: será transgresor
o conservador, con inspiración minimalista o vintage, sus colores serán cálidos o fríos…
El objetivo es transmitir su personalidad.

Cuando se lanza al mercado sientes la emoción de ver cómo da sus primeros pasos, cómo va creciendo, en ocasiones despacio y en otras muy rápido. Ante todo, tratas siempre de ayudarla a generar vínculos fuertes y duraderos con sus clientes,
con una visión global de la comunicación y con campañas de publicidad que no traten
de vender sino de seducir y convencer.

Aunque es lo común, en esta relación no hay un final. La marca siempre necesitará
un apoyo. Tendrá que seguir diciéndole a sus clientes que sigue presente, comunicarles sus progresos e incluso, reinventarse y rediseñarse para no morir.